🌍 El Derecho Internacional pone contra las cuerdas al negacionismo climático: una advertencia sin precedentes de la Corte Internacional de Justicia
Hay momentos en la historia en los que el Derecho, lejos de ser un simple conjunto de normas, se convierte en un grito de conciencia. El 23 de julio de 2025 fue uno de esos días. La Corte Internacional de Justicia (CIJ), la máxima instancia judicial de la ONU, emitió una opinión consultiva histórica sobre las obligaciones jurídicas de los Estados frente al cambio climático. Este pronunciamiento, de enorme calado político y jurídico, derriba con contundencia los últimos bastiones del negacionismo climático, al consagrar que no estamos ante una mera opción política o un debate técnico, sino ante un deber legal frente a la humanidad y el planeta.
🔥 ¿Negar el cambio climático? Ahora es negar el Derecho
Durante años, el negacionismo climático ha intentado sembrar confusión: que si los datos no son concluyentes, que si las medidas son exageradas, que si todo esto es una moda pasajera. Pero la Corte ha hablado con claridad meridiana: el cambio climático es un fenómeno real, provocado por la actividad humana, con consecuencias devastadoras para el equilibrio ecológico y para los derechos humanos más básicos.
Negar hoy el cambio climático equivale a negar las bases del Derecho Internacional vigente. Porque ya no se trata solo de ciencia —aunque también—, ni solo de ética —aunque también—, sino de obligaciones jurídicas claras y exigibles que ningún Estado puede ya ignorar impunemente.
🧭 Un fallo que establece deberes concretos y universales
La Corte no se ha limitado a emitir un juicio moral. Ha definido con precisión los deberes legales que incumben a todos los Estados del mundo, en base a un corpus normativo amplio y coherente:
- Convenciones internacionales como la CMNUCC, el Protocolo de Kioto y el Acuerdo de París;
- Normas consuetudinarias como el deber de prevenir daños significativos y el de cooperar activamente en la protección del clima;
- Tratados de derechos humanos que reconocen el derecho a la vida, a la salud y a un ambiente sano como derechos fundamentales, inseparables del bienestar del planeta;
- Y también instrumentos como la Convención del Mar, que vinculan las emisiones de gases contaminantes con la contaminación del medio marino, un ámbito particularmente sensible para los pequeños Estados insulares en desarrollo, que están literalmente desapareciendo bajo las aguas.
Ningún Estado puede mirar hacia otro lado. Ninguna empresa puede seguir contaminando bajo la cobertura de un sistema permisivo. Y ninguna sociedad puede continuar retrasando lo inaplazable.
🌡️ La Corte y la Ciencia: una alianza contra la manipulación
El fallo se apoya de forma explícita en los informes del IPCC, definidos por la CIJ como la mejor información científica disponible. No se trata de opiniones aisladas ni de conjeturas: son décadas de consenso científico global, documentado rigurosamente, que demuestran sin ambigüedades que:
- Las emisiones antropogénicas son la causa principal del calentamiento global.
- El aumento de temperatura media global ya ha superado los 1,1°C respecto a la era preindustrial.
- Las consecuencias incluyen eventos extremos, migraciones forzadas, pérdida de biodiversidad, inseguridad alimentaria y sanitaria, afectando especialmente a los más vulnerables.
¿Seguir negando esta realidad? Es colocarse fuera de la ciencia, de la ética… y ahora también del Derecho.
⚖️ Responsabilidad jurídica: no es un aviso, es una advertencia
El fallo deja claro que las obligaciones climáticas de los Estados tienen carácter erga omnes, es decir, son deberes hacia toda la humanidad. No se trata de compromisos voluntarios ni de gestos simbólicos: son normas vinculantes cuyo incumplimiento genera responsabilidad internacional. Las consecuencias son claras:
- El Estado infractor debe cesar su conducta ilícita.
- Debe ofrecer garantías de no repetición.
- Y si hay daños —como ya los hay—, tiene la obligación de reparar, ya sea mediante indemnización económica, restitución o satisfacción moral.
Además, la Corte precisa que las obligaciones son exigibles incluso cuando los daños no pueden atribuirse a un solo actor. Es decir, no hay escudo en la complejidad del problema, ni refugio en la inercia colectiva. Cada Estado es responsable de lo que hace y de lo que deja de hacer, y puede ser llamado a rendir cuentas.
🤝 Una oportunidad para el liderazgo… o una condena por omisión
El fallo también es una llamada a la acción política. Los jueces de la CIJ han hecho algo inédito: han recordado que la solución no está solo en los tratados, sino en la voluntad de los pueblos y gobiernos para transformar sus economías, hábitos y modelos de desarrollo. Han reconocido que el Derecho tiene límites, pero también que puede ser una herramienta poderosa para catalizar el cambio.
Esto abre una puerta inmensa para los Estados que quieran liderar, para los movimientos sociales y ecologistas, para las nuevas generaciones que luchan por su futuro. Y, al mismo tiempo, pone en evidencia a quienes optan por la pasividad, el cortoplacismo o la negación.
❌ El negacionismo climático es una irresponsabilidad jurídica y moral
Después de este fallo, el negacionismo ya no es solo una opinión cuestionable. Es una posición insostenible jurídicamente, científicamente, moralmente y políticamente. Y quien persista en esa vía, sea desde el poder político, desde las corporaciones o desde los medios de comunicación, estará comprometiendo el futuro común de la humanidad.
Negar el cambio climático es negar los derechos humanos, es desentenderse del deber de prevenir sufrimiento, es desoír a la ciencia y es incumplir normas jurídicas reconocidas por la comunidad internacional.
🌱 Una sentencia que obliga… y que da esperanza
El fallo de la CIJ no es un mero acto simbólico. Es un instrumento poderoso para que los pueblos, los tribunales nacionales, las organizaciones sociales y las futuras generaciones exijan justicia climática.
Es también una prueba de que el Derecho puede estar al servicio de la vida, de la dignidad humana y del planeta. Un recordatorio de que el tiempo se acaba, pero que aún estamos a tiempo si actuamos con valentía, con responsabilidad y con solidaridad.
Porque el futuro será sostenible o no será. Y ahora, el Derecho lo ha dejado por escrito.